La diferencia entre actitud y aptitud, son cosas muy
diferentes y tienden a ser confundidas por muchas personas.
Actitud
Cuando hablamos de actitud estamos ante
un estado de ánimo, ante cómo una persona se enfrenta a un problema, situación
o eventualidad. Está formada por todos
aquellos pensamientos, opiniones y creencias según las cuales vemos el mundo. La
actitud puede modificarse por ello siempre hay que tratar de mejorarla.
Tu actitud puede llevarte a presentarte al mundo
como una persona con orientación al éxito o con orientación a encontrar
problemas donde no los hay. La actitud es lo primero que mostramos
a los demás, ese primer contacto que te hace pensar en cómo es
el otro, y ya sabes lo que se suele decir: la primera impresión es muchas veces
la que más cuenta. La actitud es el sentimiento, deseo, pasión… llámalo como
quieras, pero al final se trata de “querer hacer”.
Aptitud
La aptitud se transmite con hechos, no es una
actitud ni una forma de ser. La aptitud parte del conocimiento y la capacidad que
se tiene para hacer determinadas cosas. Aptitud es saber hacer cosas, tener la
suficiencia y la destreza para afrontar tareas y compromisos que necesitan de
formación, experiencia, conocimientos o un “saber hacer” determinado.
Se puede tener una cosa, pero no la otra
Se puede tener muy buena actitud pero una pobre
aptitud. Lo mismo ocurre al revés, muy buena aptitud pero una inadecuada
actitud.
“Es un gran mecánico,
es muy bueno con las herramientas, pero no quiere seguir mejorando“
“Necesita aprender a
usar la herramienta, aún le queda mucho para ser bueno, pero su
actitud es excelente y si sigue
así pronto lo conseguirá“.
¿Qué es más importante?
Esta es la pregunta del millón. Como es obvio, cualquier
empresa busca un candidato que reúna ambas facetas:
una buena actitud combinada con una gran aptitud. ¿Puede una empresa preferir
una sobre la otra? Sí, dependemos de lo que busque la empresa en concreto,
y aquí no hay un criterio general. A mí como reclutadora me han pedido a veces el
mejor perfil posible obedeciendo a su aptitud.
Eso era lo más importante. Pero en otras ocasiones la
empresa te transmite que aprecian determinados valores personales, y que la
aptitud, aun siendo importante, era secundaria y quedaba en un plano más
retrasado.
¿Quién gana en Aptitud vs. Actitud?
Si la persona tiene la actitud adecuada, podrá aprender, desarrollar
habilidades, tener orientación al reto y suplir sus carencias técnicas con la actitud que
le permita salir adelante y aprendiendo de cada proceso. Las empresas cada vez
quieren más estos perfiles, puesto que tienen una buena base establecida
en la actitud, a la que se puede añadir todo el conocimiento
y “saber hacer” necesario. Por el contrario,
un buen candidato en cuanto aptitud pero pobre en actitud puede ser poco
beneficioso e incluso peligroso para la organización a medio y largo plazo.
Las empresas necesitan cambiar y adaptarse a los nuevos modos de trabajar,
tiempos, etc. y un trabajador así puede convertirse en un lastre al no tener
ese “querer hacer”.
La actitud potencia la aptitud y tanto la actitud como la aptitud se
pueden aprender.
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